Si hasta el siglo XVIII los mayores eran respetados, hoy se los considera improductivos y obsoletos. La crueldad de una sociedad consumista.
La acepción que se da al término «vie- jo» en la sociedad actual es una cons- trucción cultural. Sus sinónimos más temidos son antiguo, arcaico, caduco, ob- soleto, vencido. Casi todos ellos despecti- vos en nuestro lenguaje diario. Y se habla básicamente de una persona improducti- va, y marginada de la vida laboral y social.
Se considera a una persona mayor por encima de los 60 o 65 años, cuando la expectativa de vida hoy llega cerca de los 80 años. Y se estima que será de 90 años den- tro de 20 años.
Esta población supera hoy el 13% de los seres humanos. Cuando se examinan algu- nos hechos, se está lejos de lo improducti- vo o lo caduco. Por ejemplo, las estadísti- cas mundiales de turismo dicen que el 14% de los que viajan son mayores de 60 años. Entonces esta población viaja y consume. El promedio de los últimos premios Nobel es de 71 años y el promedio de los premios Nobel de Literatura de las últimas décadas es de 65 años. Entonces, los grandes pue- den ser sabios. Los presidentes de los paíes más grandes del mundo (incluidos Chi- na, Rusia, EE.UU. y Brasil) superan los 65 años. Entonces, pueden gobernar un país.
Hasta el siglo XVIII, las personas mayo- res eran respetadas, consultadas y cuida- das. Lentamente, después, la sociedad de consumo idolatró lo «nuevo», lo actual, lo joven y comenzó el abandono de las per- sonas mayores, a las cuales les debemos nuestras vidas y las mejoras que construye- ron para que habitemos un mundo mejor.
A diferencia de otras épocas, donde la mayor parte del trabajo era físico, la vida ac- tual, particularmente la laboral, en las gran- des ciudades es más de carácter intelectual. En consecuencia, las personas mayores lle- gan con mejor estado físico e intelectual.
Vivir intensamente
Pensar que una persona mayor de 65 años deja de ser productiva, deja de tener vi- da social, sexual y afectiva es una visión impuesta en nuestra sociedad, que no se condice con la realidad. La jubilación es el retiro de la actividad laboral formal o au- tónoma, pero no de la vida. Y da la chan- ce de vivirla más intensamente. En nues- tro país, pese a que Argentina adhiere a la Convención Interamericana sobre la Pro- tección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que obliga al cuidado y protección de las personas mayores, es muy poco lo que se hace al respecto.
Está el proyecto de una ley de cuida- dos de personas mayores. Y en el sector cooperativo, han comenzado algunas ex- periencias positivas al respecto. En Italia las cooperativas sociales se hacen cargo, con ayuda del Estado, de personas mayo- res y de la discapacidad.
Es la sociedad la que «envejece» a los mayores. Y aparece el viejismo, que no es lo mismo que ser mayor. Es el renunciamien- to personal o social a la vida afectiva, de nuevos proyectos, de adquirir nuevos co- nocimientos. Y esto lleva a la depresión y aumenta los trastornos cognitivos. Si cam- biamos la concepción impuesta por esta sociedad consumista, injusta, desigual, quizá llegar a ser mayor sea diferente, co- mo dice la canción de Serrat: «Quizá llegar a viejo /sería todo un progreso, un buen re- mate /un final con beso /en lugar de arrin- conarlos en la historia /convertidos en fantasmas con memoria».
Por
RICARDO LÓPEZ
PRESIDENTE DE FAESS



